Ella vive en un tiempo inexistente, se camufla en un aire que siente de su naturaleza, se aleja de sí misma para reencontrarse. Dibuja mares de amapolas y levita ante el paisaje construido por sus delirios surrealistas. Es tan incierto su mundo como el destino que creó el hombre y el vuelo que sus pensamientos dan al instante un aire de consuelo.
La realidad en sus días no se deja ver, ella inmediatamente lo borra, y surge una pregunta que es tachada por un suspiro, ya sabe, ya sabe ella la gran respuesta, solo quiere encontrarle un sentido, una cuenca elocuente, una salida coherente y… respirar tranquila, como si fuera el último de los suspiros, el del inicio de uno nuevo.