Ahí están las margaritas, se dan la libertad en el campo y
dejan que sus pétalos sueñen con la vida perpetua. Miedos parecen florecer en
la ciudad mientras medimos la valentía propia con la de otros y cuestionamos
nuestros actos mediante reflexiones que en realidad no conducen a nada que
conecte con la coherencia que buscábamos al principio.
Ahí estamos repasando el pasado y tachando lo que en un
futuro no se quiere ver reflejado en una vida que reflejos no da; pertenecemos
al reino de las posibilidades que nadie ha escrito y regamos la tinta sobre
el papel que pudo haber contado nuestra hazaña, porque eso somos, humildes
curtidores del tiempo, insaciables criaturas revoltosas que dejan a su paso lo
deshecho para seguir desechando.