lunes, 4 de julio de 2016

EN LAS LETRAS

Cada vez que el tiempo hace de las suyas, y esas cosas que no tenían forma van deambulando sin rumbo encontrando una, me doy cuenta de que aquel que dice no tener miedo es un perfecto mentiroso. Todos llevan los miedos engrapados en la piel sin percatarse de que a cuestas los tienen, dormidos, pero con hambre y sed.

Tras las huellas de un pasado, se esconde el miedo a que ciertas historias se repitan, a que ciertos fracasos se asomen en la ventana que supuestamente trae luz al presente, y de repente... una lagrima se asoma dejando ver el temor que se apodera de un ser, un sollozo, un suspiro ahogado que busca refugio en las paredes de un cuarto que no es propio; en el aire que es prestado; en otros labios que son llanto.

Deduzco que mi capacidad de afrontar los miedos va en picada, y que la debilidad se apodera de mi cuan garrapata de un perro, pero...

Hoy me rebelo, despido la cobardía sin dejar de sentirme asustada, sin dejar de pensar que el pánico está a mi lado pisando fuerte, sin olvidar que los errores me persiguen, pero firme, segura de que el espacio y el tiempo para ser libre están justo en esa mirada que construye mundos.