Sin dudarlo, ya veíamos el final acercarse al morir el
atardecer, ya daban su último suspiro las palabras y el silencio ya practicaba
como decir un adiós que se nos había escriturado.
Se guardaron caricias, besos e incontables abrazos, para
un futuro que nunca existió; se guardaron pasos, para lugares que solo los
sueños que manifestamos despiertos pueden imaginar. No existió la cordura, para
nada hubo un momento de lucidez, lo que es una prueba fehaciente de de que
nuestros polos se atrajeron como imanes al metal.
El inicio de todo
fue un final predeterminado por un tiempo que todo lo hacía al revés –siempre
quise abonarle la culpa a un algo- que sin pasos en falso logro su cometido, o
que tan solo hizo cumplir el pacto que firmo con un cruel destino.
Fue y será irreversible dar un paso atrás, y más si no
hay lugar para sostenerse; cuando se consultaron todas las posibilidades y cada
una en manera ascendente o descendente era descabelladamente absurda e
inmanejable… nos vimos en un túnel sin aparente salida, caminos que no dejaban
ver un rumbo, salidas inconclusas que dejaban escuchar el sonido del viento que
cantaba un adiós herido. El sueño termino.