No se llama ciudad Gótica, no hay superhéroes, no tiene nombre y eso ya es patético.
Los abrazos, los besos y hasta la
noche, se esfuman como el humo de un cigarrillo, mientras la soledad es un
perfume refinado y agridulce de mi propia autoría.
Mi hermano era mi súper héroe favorito, el me cuidaba de cuanto peligro había, eso se lo acoto a lo que realmente debe ser un hermano. Ahora no está, perdí su rastro a pesar de la relativa cercanía, dejo de ser mi héroe y aunque lo fuera no podría ayudarme, no con las crisis existenciales de estos tiempos.
Necesito súper héroes del sentir, ¡eso
es! que vuelen con sus capas de colores a la mente, y que colonicen esta ciudad
que no tiene nombre, que se enfrenten a mis miedos, que descubran poderes no terrenales, y que enciendan fuego cuando esta sea una ciudad
fantasma.