lunes, 22 de junio de 2020

TRANSICIONES

Sin dudarlo un segundo dijo: — me voy—.  Quedé atónita y sus palabras aún hoy retumban en mi cabeza. Ese "me voy" trazó una línea entre lo roto y lo irreparable, fue un antes y un después de la nada.

Entre sueños y realidades, me di cuenta de que marcha atrás lastimosamente no había, y que me había quedado enredada en un sentimiento que me pertenecía solo a mí, que ya no era compartido, y que las soledades en estos días donde la compañía es premura, se iban a tornar más longevas.

—Dame un mes para irme. En treinta y un días exactos me marcho. No me veras más, seré un leve recuerdo en tu vida, y con el pasar de unos meses más no recordarás letra alguna que lleve mi nombre—.

Mi silencio lentamente se tornó en un llanto apacible, que poco a poco se transportó al plano físico. 

Estaba soñando.

 

DESPEJANDO SOLEDADES

 Un mundo de colores invadiendo un espacio libre del pensamiento dudoso del hombre. Entre verdes hojas se escapan los buenos recuerdos, y una nube de espantosos demonios alumbran la llegada de una oscuridad que a simple vista no se ve. 

 Lo he dejado todo en un baúl de recuerdos añejados, en el correr del tiempo y en el ir y venir de personas que solo me aportaron soledad. "La vida sigue" una voz que bien conozco hace retumbar esas tres cortas frases en mi mente, pero hay algo más fuerte que lo pausa todo. Hay un silencio que es viento, furia, y sobre todo soledad. Un ahogo. Penuria.

 Y es que todos vamos campantes por la vida gritando "alegría, alegría" cuando nuestro mundo interior está rebozado de demonios que hemos ido construyendo y alimentando con el pasar de nuestros días en esta vida, y otros que simplemente se metieron sin permiso, a socavar una paz que suponíamos tener.

 He perdido la cuenta de las largas noches en las que he tenido que sobrellevar el peso de la soledad, y de los largos días en los que las horas hacen las veces de aguijones punzando la piel. Largos y dolorosos meses han transcurrido, y con ellos innumerables aconteceres que, de tan abrumadores, llegan a ser una nada que espanta, un veneno que lentamente, sin que te des cuenta, ganas de respirar ausenta.