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| Silvia Fontaine |
Me vuelvo a encontrar entre la perfecta caligrafía de las correspondencias, en las letras de un monólogo que no esta mal, en el pensar de aquel instante nocturno donde sus point 88 favoritos teñían el papel de amarillo- anaranjado.
Vienen a mi las profundas reflexiones de Virginia, sus consejos, sus monólogos, su cuarto propio... ¿será que este cuarto es el adecuado? aún no gano treinta mil libras, ni tengo tías a quien heredar un buen fajo —mucho menos con mi nombre—ni la genialidad de Miss Davies. o de la hermana de Shakespeare que nunca escribió.
Creo que en el pasado fui una de esas mujeres interrumpidas —antes del siglo XVII—a las que le hizo falta un cuarto propio y treinta mil libras mal contadas, pero más que todo libertad. Virginia habla de escribir de lo que sea , de lo que se piensa , de lo que se siente... es hora de revelarse como siglos atrás lo hicieron cientos de mujeres.
Aun sin cerrojo puedo ensimismarme en lo que no soy, salir de mi mente y entrar, escribir y escribir. El tiempo de todas las revoluciones empezó a correr: los monólogos, los versos, otro tipo de novela, el mágico realismo, el ensayo interno... las apariciones de una revolución que surge de la necesidad de decir lo que se siente, lo que se ve, lo que se sueña, lo que rasga el alma.

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