Vislumbrados los ojos y dilatados los poros por el suave arrullo
del silencio frío. Ya vendrían los días de profundas reflexiones y recuerdos en
llanto.
Ya no están los jazmines en las noches y el consuelo más
grande es la magistral Luna; cambian los colores del cielo y las nubes
protectoras bailando saludan las constelaciones. Desgastaría mis ojos en el espectáculo nocturno,
en su aparición majestuosa e inevitablemente mis ojos serían un mar.
Caminan sin caminar los ríos, lejanos están los besos que
desposan el alba y ella tan cercana acaricia con su manto gélido los amantes y
los desdichados. Cuan doloroso es el final de la noche cuando ella no está. No quiero
desprestigiar el sol.
Cavo túneles invisibles y me acerco a lo lejano, cercano está
el delirio de encontrar un descanso; aferrados los miedos a la punta de un risco
y una avalancha de frio les congela la vida. Cercana luna.

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